Creo que todas las personas llegamos a un punto en nuestras vidas, en el que nos damos cuenta que tal vez no cumplimos 100% con las expectativas de los demás, principalmente con las de nuestros padres.
Hay
que tener en cuenta que muchas de estas expectativas no son por un afán de
complicarnos la existencia, simplemente son deseos que ellos tienen para nosotros
que tal vez no se alinean con lo que queremos para nuestras vidas.
Por lo tanto, parte de la madurez es aprender a decepcionar las expectativas de nuestros padres, no vamos a cumplir con lo que ellos esperaban, y eso está bien, es sano.
Cuando
hablamos de hacer las cosas que se alineen con lo que queremos para nuestras
vidas, debemos de ser sumamente asertivos. ¿Qué pasa cuando alguien te dice que
no a algo? Muchas veces tendemos a encapricharnos más.
Un
ejemplo puede ser el de Romeo y Julieta, el amor entre ellos se acrecienta
cuando hay oposiciones, y se olvidan que hay un lado negativo; puede ser que la
pareja no se llegue a llevar bien en un futuro sin ese rechazo de sus padres
“que los une”.
Antes de entrar en “modo encaprichado”, deberíamos de preguntarnos cómo encontrar el término medio entre que nos impongan una opinión y tener autocrítica que nos impida escuchar la opinión de los demás, – escucho la opinión de mis padres y dejo a mi pareja o acabo enamorándome cada vez mas de esa persona sin haber escuchado genuinamente a mis padres (en el caso de Romeo y Julieta).
En
la otra cara de la moneda, hay padres que llegan a querer imponer su opinión, y
muchas veces, aunque sea de buena fe, puede ser que no tenga ningún sentido
porque su opinión esta “caducada”, es decir, tienen prejuicios que hoy en día
no tienen razón de ser (ciertas carreras profesionales para los hombres, las
mujeres no deben casarse después de cierta edad, etc.).
Todo este drama muchas veces desencadena un conflicto de afectos, donde se llegan a usar técnicas tóxicas, como el chantaje emocional.
No tengo duda que los padres quieren proteger a sus hijos y evitar que cometan un error, pero en algunos casos “el error” lo tienen que experimentar.
Ante esa situación, diversos libros de comunicación y psicología social, sugieren que la clave para llevar la fiesta en paz entre padres e hijos radica en la comunicación, para que así se puedan transmitir qué es lo que sucede, el porqué de nuestras opiniones y no ocultar información.
Y
como en toda comunicación, tanto padres e hijos deben escuchar y ponerse en los
zapatos del otro tratando de entender qué es lo que ven que probablemente no
estamos viendo.
Comprender como papás que aplicar la frase “cuando seas padre lo entenderás”, no siempre es la mejor manera para imponer opiniones; así mismo, como hijos usar el “nadie me entiende” no es muchas veces la manera de obtener lo que queremos.
Al
final se trata de una relación en donde hay amor incondicional, lo ideal sería
validar los pensamientos de los demás y poner límites sanos en ciertas áreas.
Si como hijo no cumples con las expectativas de tus papás, trata de cumplir con las tuyas; eso sí, no confundas las expectativas de vida que tienen para ti con tus responsabilidades que te tocan cumplir como hijo (calificaciones, comportamientos, etc.).