Nerea Villarreal comparte su experiencia sobre la maravillosa vivencia de ser madre de Daniel, un niño de 2 años con Síndrome de Down. Inicialmente, tanto Nerea como su esposo atravesaron un período difícil al enterarse de que su hijo nació con esta condición, principalmente porque no estaban preparados y no tenían toda la información con la que ahora cuentan. Gracias a las conversaciones con otras madres en situaciones similares y todo lo que han aprendido del síndrome, han podido apreciar y transitar este camino único que no lo cambiarían por nada.
Nos platica que la experiencia de tener un hijo con esta
condición le ha enseñado a cultivar una gran empatía. Destaca que, aunque al principio pueda generar
temor, considera que es una verdadera bendición. Nerea enfatiza la importancia
de comprender que el Síndrome de Down no es una enfermedad, sino una condición
de vida. Señala que el mayor obstáculo puede ser la percepción de la sociedad,
que a menudo teme a lo diferente. Sin embargo, subraya que al conocer a
personas con Síndrome de Down, se comprende que son individuos como cualquier
otro, con sus propias diferencias y singularidades. Enfatiza la importancia de
brindar a la sociedad la oportunidad de conocer a estas personas sin
prejuicios.
Daniel es un niño carismático que genera alegría a cualquier que lo rodea, irradia paz, tranquilidad y amor. Es por ello, que Nerea nos comenta, que es esencial que las madres, si sus hijos tienen amigos o compañeros con alguna discapacidad, les brinden apoyo, resuelvan sus dudas y se informen. En lugar de evitar la situación, es importante normalizarla, acercarse, y si surge alguna pregunta, no dudar en hacerla. Si se necesita orientación sobre cómo abordar el tema con sus hijos, es recomendable acudir a madres con experiencia para resolver las inquietudes. Reconocer y aceptar las diferencias es un pilar fundamental en la crianza, entendiendo que la diversidad en el mundo es natural y enriquecedora.
“Daniel me sacó de mi zona de confort y me llevó a un mundo
donde la lucha, el esfuerzo y la gratitud son esenciales. Aprendí a vivir el
presente, a ser empática y a ver la vida desde su perspectiva. Me hizo
comprender que las cosas no ocurren por sí solas; es necesario informarse,
esforzarse y no rendirse ante los desafíos, ni ante la sociedad. Como madre, me
encantaría que más personas se informaran sobre el Síndrome de Down. Daniel ha
añadido una belleza inesperada a mi vida, aportando mucho más de lo que había
imaginado”.